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viernes, 11 de noviembre de 2011

La Cena: Parte 1


 
 
 
La Cena
Amanecí sonriente, esas pesadillas ya no me acosaban con tanta insistencia, me encantaba el hecho de tener a papá en casa, me sentía a salvo, ayer la había pasado genial en Euro Disney, recuerdo que llegamos agotados y caímos rendidos, el día había sido muy movido, pero sin duda entretenido. Papá me había comentado que hoy habría una cena en la casa del hombre con el que vino a hacer negocios y que para el seria significativo que lo acompañara, ya que mamá no estaba aquí.
Entre pensamientos mi mente recordó a Louise ya comenzaba a extrañar su forma de tratarme, esa dulzura que ya creía extinta; esa manera tan cursi de expresarse y tratarme, esa forma con la que él lograba hacerme suspirar. Realmente adorable. 
Era imposible ignorar esas frases, esos labios, esa mirada, era imposible no recordar el olor de su perfume, el color de sus cabellos... -suspiré- — ya Lauren, ya, concéntrate - dije para mis interiores.
Cambiando un poco el rumbo de mis pensamientos, recordé que ayer no había sabido de Christ, quería verlo, quería que viniera antes de que papá se fuera. Esta era una buena ocasión para que almorzáramos todos juntos. Tomé el teléfono aun estando acostada, con los pies sobre la pared, y lo llamé. Estaba siendo encandilada por los cálidos rayos de luz del otoño en Paris:
    ¿Hola? – contestó
    ¿Cómo estás? – pregunté
    Oh, Lauren. Bien ¿y tú?
    Bien, supongo. –respondí y me quedé en silencio. Nuevamente volvió ese nudo en la garganta que ya se estaba volviendo tan inoportuno; siempre surgía al momento de querer hablar con Christ. —  ¿Estás ocupado? - pregunté interesada.
    ¿A qué se debe tu llamada? – respondió él con otra pregunta.
    ¿Acaso tengo que tener un motivo para llamarte? – repliqué
    Si, por eso pregunto.
    ¡Odio que me contesten con otra pregunta! ¿sabías?, - Exclamé obstinada. - Estuvimos en Euro Disney –Anuncié
    ¿Cómo les fue? – preguntó y enseguida noté el cambio de su tono de voz que se tornó más apacible.
    Bien, fue maravilloso. Hermoso y mágico. Me encantó. –aseguré.
    Yo nunca he ido, no le veo sentido ir a sitios de esta ciudad solo, me parece aburrido, - Admitió.
    Bueno, tendremos que empezar hacer una lista de sitios que debemos visitar y poco a poco vamos tachando. Eso si, como tu eres quien lleva más tiempo aquí, serás el encargado de hacerla, ¿te parece? -sugerí sonriente.
    ¡Estupendo! - Dijo y de inmediato imaginé su sonrisa.
    Jaja, Bueno peleón ese es el plan. - sonreí —  Ya tenemos varios sitios en la lista, solo dime cuando empezamos a tachar...
    ¡Hoy mismo!. Si quieres empezamos con el barrio latino, te gustará, es un sitio tan bohemio, lleno de arte y cultura. ¿que dices?
    Si, me parece bien. ¿A que hora?. - volvió ese tono tan alegre y característico que lo identificaba.
    A las 12:30 pm ¿te parece?
    Bueno, entonces será a esa hora. Te veo en barrio latino.
    Bien… Nos vemos ahora.
Me levanté de la cama y fui directo al cuarto de papá para despertarlo, quería hacerle saber que iríamos a almorzar con Christ. Tardamos un poco en salir, papá era muy indeciso al momento de escoger ropa para salir, tenía que combinarle todo perfectamente o no salía. Todo lo contrario a mi, yo soy realmente mas descuidada en lo que a combinación respecta,  con tal de que la ropa me diera comodidad y no saliera de mis parámetros de gusto, todo estaba bien.
Fuimos al el centro comercial y nos dirigimos hasta una tienda y escogí un vestido blanco con negro de corte corto, unas sandalias de tacón alto y algunos accesorios. Aun no estaba muy convencida con la idea de ir a la cena pero ¿Que mas podía pedir? había encontrado un hermoso vestido. Ya se estaba haciendo la hora para encontrarnos con Christ, no quería hacerlo esperar. Tomamos un taxi, y empezamos a atravesar la ciudad, el tráfico se hacía presente en todos lados, era desesperante, recordaba esos momentos de estrés que tenía en Caracas, pero finalmente llegamos.
Estaba impresionada, era realmente impactante este lugar, y como era de esperar estaba a una de las orillas del Sena, está formado por unas series de pequeñas calles, infinidades de cafés, bares y restaurantes. Ese sin fin de culturas en definitiva le daba un aspecto muy artístico. Se me hacía muy interesante ese aspecto multicultural.
Le escribí a Christ para hacerle saber que ya habíamos llegado, papá y yo empezamos a recorrer esas pequeñas calles que me inspiraban de una forma tan inusual, al fondo, entre la multitud vi unos brazos haciéndome señas para que fuera hacia donde estaba él, era Christ, caminamos en dirección a él y como siempre,  andaba con esa hermosa sonrisa de oreja a oreja que tanto me encantaba.
    Buenas Tardes Sr. Thomas; Lau. ¿Cómo les va?, -preguntó sonriente
    Muy bien muchacho ¿y tú?, - respondió papá encantado.
    Hola Christ. -Sonreí y no evité ese abrazo que notoriamente fue muy rápido puesto que mi papá estaba allí.
    Estoy bien gracias. -sonrió de nuevo. —  aquí los restaurantes son económicos, es uno de los pocos lugares de Paris donde venden comida barata -anunció Christ.
El  almuerzo transcurrió rápido entre tanta charla. A papá se le notaba cierto interés cuando le preguntaba algo a Christ. Conversaron de su tiempo en Paris, de cómo fue nuestro día ayer en Euro Disney, de sus atracciones, papá le preguntó que si aspiraba a quedarse en Paris luego de graduarse y Christ contestó que probablemente, que amaba esta ciudad y que no descartaba la idea de visitar otros países. Habíamos pasado un rato agradable y yo me sentía plenamente feliz porque a papá le había agradado Christ, la comida estuvo fantástica, lástima que ya era tarde y Christ tenía que volver al trabajo.
    Bueno, es tarde debo irme, un placer y mil disculpas. - se despidió Christ.
    No te preocupes muchacho, nos vemos. ¡El gusto es mío! - exclamó papá y estrechó la mano de Christ.
    Christ... -sonreí. — Nos vemos luego. - me despedí, besé su mejilla y lo abrasé.
     Chao Lau, nos vemos -sonrió y seguidamente me hipnotizó.        
Él se fue a su trabajo mientras que papá y yo nos fuimos al departamento. Ya era hora de  arreglarnos para esta noche; no tenía idea como eran las personas con quien papá se reuniría. Tampoco quería darles una mala impresión, por lo que decidí ponerle un poco de empeño al asunto, no quería que papá notara las pocas ganas que tenía de ir y mucho menos que las personas con las que nos reuniríamos se dieran cuenta de ello.
Nos duchamos, nos arreglamos y mientras papá confirmaba que iba a ir aproveché en bajar del edificio a una pequeña peluquería que había a una cuadra de allí, era sencilla, pero según lo que había escuchado, el muchacho que trabajaba allí era un gran estilista. Me peinó de una forma tan extraña pero a la vez elegante. Me encantaba, era perfecto.
Los amigos de papá habían mandado una limosina, era negra, por dentro era amplia y de color blanco, con música suave y un televisor. En serio, era fantástica. Era como estar en una suite presidencial móvil
No estaba segura si habíamos llegado, lo que sé es que el auto se detuvo, el chofer nos abrió la puerta y fue entonces cuando realmente me vi confundida. Habíamos llegado a una especie de mansión, era tan distinta a las que había logrado ver durante todo el camino. Cuando coloqué el primer pie sobre el piso me sentí protagonista de una de esas películas de terror en la que si entras a la mansión no sales viva. Sentí escalofríos. Desvié mi mirada hacia uno de los balcones y estaba una niñita como de 9 años aproximadamente, tenía el cabello largo y de color castaño, era blanca y tenía un vestido beige, llevaba consigo una muñeca a la que no lograba distinguir con claridad.
Fuimos recibidos en la puerta por un elegante mayordomo de cabello canoso, era un poco serio pero cortés, por un momento pensé que lo de la casa embrujada podría ser cierto. No, debía de dejar de estar pensando en tantas bobadas. Entré y me percaté de la hermosura de la casa, era tan parecida a la Ópera de Granier, tan monumental y elegante como Notre Dame, ahora entiendo porque la encontraba extraña; tenía la misma intensidad gótica que estos lugares.
    Señor Thomas, sea usted bienvenido. - escuché la voz de una mujer que venía de por encima de las escaleras. Papá y yo volcamos nuestras miradas en dirección a ella, llevaba puesto un vestido negro largo, era aun más blanca y pálida que yo, tenía el cabello negro, largo, con un moño. Unos aretes tan parecidos a la decoración de la casa y sus labios eran tan rojos e intensos como la sangre.
    Buenas noches Eléonore, le presento a mi hija Lauren. -dijo papá sonriendo.
    ¡Bienvenida! - Exclamó con amabilidad.
    Muchas gracias... - dije. Quedé tan inmóvil como las gárgolas de Notre Dame cuando vi su rostro voltearse en dirección a nosotros. Era él, era Louise. — ¿Qué rayos estaba haciendo aquí?- pensé e intenté contener mis nervios al notar que se dirigía hacia donde yo estaba.
    Septiembre, lleno de coincidencias gratas. Después de todos los caminos de Paris si son para nosotros. -Sonreí apenada y sonrojada. Solo intentaba no mirar la cara de papá.
    Hola Louise. -saludé — Él es mi papá. -lo presenté.
    Buenas noches señor, un placer. Me llamo Louise. - Saludó y estrechó la mano de papá. — Está de mas decir que tiene una hermosa hija usted. Una gran amiga por cierto. -añadió.
    El gusto es mío, me llamo Thomas. - respondió papá ante el saludo. — ¿Se conocen? - preguntó confundido.
    Si papá, nos conocimos en el recorrido por el Sena - me apresuré en contestar a su pregunta.
    Oh, mi gran amigo Thomas ¿cómo has estado? - Escuché una voz gruesa decirlo.
    Raimond, mi querido amigo. Todo está bien, ¿cuánto tiempo? ¿Cómo has estado? - Respondió papá y caminó en dirección al hombre que lo había saludado, era de cabello canoso pero aun podían notarse aquellos cabellos rojos que seguro tuvo de joven,  vestía muy elegante y tenía ese parecido tan perfecto con Louise, lo que me llevó a deducir que era su padre. — Te presento a mi hija… -añadió papá.
    Un gusto señor… - Me quedé en silencio pues no recordaba su nombre.
    Raimond, me llamo Raimond. –completó mis palabras y sonrió.
Después de todo, la cena no era con extraños, o bueno, sí. Pero al menos conocía a Louise, y estaba encantada de haberlo visto. Nos sentamos a la mesa. Raimond, el papá de Louise se sentó en la punta, Eléonore, la madre de Louise en la otra punta; Louise al lado de su pequeña hermana Ránia, quien parecía una de esas niñas fantasmales con esa muñeca de trapo que no soltaba ni para comer. Yo me senté a un lado de papá, el comedor aun seguía siendo demasiado grande para tan pocas personas, estábamos tan lejos unos de otros y bueno, por un lado me parecía un alivio pues sabía que no me pondría nerviosa por Louise.
La noche se tornó diferente, papá había subido a la oficina del señor Raimond a completar sus negocios, y Louise me invitó a dar una vuelta por su casa. Me contó que la casa donde vivía fue hecha por sus antepasados y que la arquitectura estaba basada en un estilo gótico que se desarrolló en Europa desde la cuarta década del siglo XII.
Estábamos en el balcón, era muy amplio y habían pequeñas gárgolas decorándolo:

Todos los derechos Reservados. (c) 2011 por Autores: Victor Yustiz y Sharlot Vargas.

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