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sábado, 3 de diciembre de 2011

Primer Beso: Parte 1





PRIMER BESO: PARTE 1

Recuerdo haber vuelto a casa molesta, haberme acostado en el sofá con el volumen al máximo de mi ipod escuchando la canción “Broken Wings” de Flyleaf, en donde aquella frase resaltó en mi cabeza durante toda la noche: “Gracias por ser un amigo para mi, un amigo de toda la vida.
¿Te he dicho cuanto significas para mí?”... Christ se había ganado un importante lugar en mi corazón.
Como era de costumbre mis pensamientos me hicieron un recordatorio inoportuno de lo que Louise y yo estuvimos a punto de hacer, ese “algo” del que después seguramente no nos podríamos arrepentir.
La idea de que el chico pelirrojo de acento irresistible estuviera por besarme, solo de recordarlo, lograba intensificar los latidos de mi corazón. Si seguía con esta rutina de latidos frenéticos seguramente necesitaría ver a un cardiólogo; así me pondría un marcapasos para poder generar artificialmente y rítmicamente mis latidos y así no esperar que mi corazón saltase descontroladamente cada vez que pensara en él.
Louise me había enviado más de 20 mensajes en lo que llevaba de ayer y hoy, no le había contestado ninguno y las llamadas perdidas abundaban en mi celular.
Tomé mi celular para responderle, lo pensé dos veces y cancelé el envío, me debatía en que decirle, necesitaba ser concreta pero no tenía la mas mínima idea de cómo empezar el mensaje. Lo tomé de nuevo e intenté pensar una forma correcta de responderle, pero no se me ocurrió nada. Estaba decidida, no iba a responderle.  Fue allí cuando accidentalmente presioné la tecla “enviar”. ¿Qué diablos había hecho? ¿Había mandado un mensaje en blanco? No, ¿cómo pudo pasar? ¿Qué iba a pensar? ¡Demonios!- pensé nerviosa, los siguientes minutos fueron eternos, mi vista se concentraba en todos lados, ¿Por qué a mí? -pensé de nuevo y seguidamente me percaté de su respuesta: — “¿Qué sucede?” –preguntó. Mi corazón dio un salto y mis manos empezaron a ponerse frías.
¿Qué iba a responderle ahora? ¿Cómo rayos le explicaría que fue un accidente? ¿Cómo le diría que no hallaba la forma de explicarle que no le había respondido por que estaba avergonzada por lo que había ocurrido?, realmente  esa noche tenerlo tan cerca no me estaba haciendo pensar con coherencia. ¡Maldición! –dije. Odiaba que pasara algo cuando ya de por sí las cosas andaban tan raras. Tomé el teléfono y me apresuré a responderle: — Nada, solo fue un accidente. Lo siento. – lo envié. Tenía la esperanza de que simplemente respondiera con un “ok” pero no fue así, respondió con esa pregunta de la que tanto estaba huyendo: “¿Por qué no respondías mis mensajes?, ¿Estás molesta?”
¿Molesta?, avergonzada era mejor calificativo para todo, no podía estar pasando, ahora sí que estaba vuelta un ocho. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué no tenía mensajes? Imposible, mi teléfono era postpago, cualquier gasto extra se cargaba a la tarjeta de crédito de papá. ¿Tal vez que no tenía batería? Menos, había pasado ya más de un día y esa sería la peor escusa que podía dar. ¡Demonios! ¿Que hago? – pensaba mientras devoraba mis uñas por la ansiedad. — Discúlpame, es que he andado distraída últimamente. Mi papá se fue ayer. – le respondí.
¿Distraída?, bueno al menos traté de hacerle entender que mi distracción se debía al hecho de que papá se había ido. ¡Rayos!, -exclamé.  No podía hacer nada bien, lo único que faltaba era que me invitara a salir. Entonces recibí su respuesta: — Oh, ¿estás desocupada? Me preguntaba si quisieras dar una vuelta esta noche.
No, porque siempre que decía algo terminaba pasando, ¿ahora como haría? ¿Cómo haría para verle la cara después de lo que había pasado? ¿Cómo haría para mirarlo a esos hermosos ojos grises y mentirle de una manera tan descarada? ¡Demonios!–pensé y seguidamente le respondí: — Si. – Y aunque dar respuestas vacías no era mi estilo, necesitaba zafarme de esta conversación rápido.
    ¿Si qué? ¿Si estás ocupada? – recibí de inmediato su respuesta. Rayos debía empezar a analizar cada cosa que hacía, estaba cometiendo tantas estupideces. ¿Y cómo no cometerlas? Si cada vez que me escribía revivía el momento en el que su respiración rosaba mi rostro y la que nuestros corazones estaban tan juntos que lograba sentir sus latidos. ¡Diablos! Diablos y más diablos –pensé.
No podía negarme, seguramente si lo hacía pensaría que estaba molesta o algo. O peor aún, que no quería saber nada de él. No me hizo falta pensarlo dos veces, gracias a Dios le respondí de la forma en la que realmente debía hacerlo: — No estoy ocupada. Y si, salgamos esta noche.
    ¿Podemos vernos a las 7:30 pm? –contestó el mensaje.
    Está bien, a esa hora me parece perfecto. – ¿que diablos? ¿Había organizado una cita en menos de 5 minutos sabiendo que después de lo que había pasado, seguramente intentaría una y mil cosas a las que estaba casi segura sería imposible resistirme? ¡Rayos!-pensé.
Tocan a mi puerta, y mis pensamientos se desvanecen, por un momento pensé que era Louise y a la vez la idea me parecía loca, mi corazón se calmo un poco cuando abro y me doy cuenta que es Christ, sonrio y le digo
    Christ… Buenos días. –saludé
    Hola Lau. – dijo y me regaló una media sonrisa.
    ¿Por qué te fuiste anoche? –preguntó y seguidamente desaparecieron todas esas sonrisas que encantaban mi mundo; me miró fijamente. ¿Acaso no se dio cuenta de lo mal que me vino el momento en el que Camille llegó? –pensé
    Ya te dije que estaba cansada y que debía llamar a mamá. – mentí.
    No me mientas. – Intentó interpretar mis gestos.
    ¿Por qué te mentiría? –pregunté.
    Sé muy bien que te molesta que esté con Camille, o al menos se que no te agrada. – asintió.
    ¡Ja! ¿En serio crees que fue eso? Por favor… si a penas la he visto dos veces en mi vida - dije y seguidamente fui hipnotizada por su sonrisa, no era justo que cada vez que hablábamos de algo serio el tenía que sacar una de esas sonrisas encantadoras. Mis nervios salieron a flote. — Además. –tartamudeé. — El mundo no gira en torno a ti Christ. –añadí de una forma tan sutil y cruel.
    Jajá, Cierto. –dijo y de un segundo a otro su rostro cambió. Creo que había sido muy cruel con mi comentario. No quería hacerlo sentir mal, y menos que volviéramos a pelear; pero tampoco  quería que supiera que me molestaban tantas cosas que hacía Camille.
    Jajá, tonta. – sonrió y agarró mi mano antes que chocara contra su hombro, volqué mi mirada hacia otro sitio, estaba nerviosa. — Vine a decirte algo. –añadió
    ¿Qué es? – pregunté
    Ya tengo la lista de los lugares que visitaremos.
    ¿En serio?
    Si, vine a buscarte. Hoy te llevaré a un museo que quiero que conozcas. –anunció.
    ¡Me encantaría! -afirmé. — Pero antes quisiera pedirte un favor. –añadí
    ¿Cuál? – preguntó
    Quisiera que me acompañaras a algún lugar a comprar alimentos.
    Perfecto, podremos ir a: Au Marché de la Butte. –sugirió. — Es un buen lugar para comprar frutas y verduras. Allí se rodó la película Amélie. –añadió
Me parecía genial, Christ sabía tanto de películas y arte y eso me encantaba, hasta en esta ciudad comprar alimentos se tornaría inspirador, solo saber que estaré en una de las locaciones donde se filmo Amélie, una película francesa muy famosa, ya lograba sentir la emoción. Lo invité a pasar y lo hice esperar  mientras me arreglaba y anotaba en un papel lo que debía comprar, imagino cuan aburrido pudo haber estado, caminaba de un lugar a otro.
Esta vez, Christ me llevó en metro, fue fantástico. Llegamos hasta las calles de Montmartre, era allí donde estaba el mercado de frutas y verduras al que se había ofrecido a acompañarme. La tienda la cual estaba ubicada en una esquina, en la parte de abajo de un edificio, tenía un gran toldo rojo, los alimentos estaban en cajones en la parte de afuera, las frutas eran de colores increíblemente llamativos, era un lugar muy transitado e inspirador.
Hicimos las compras y volvimos al departamento con las bolsas, me ayudó a ordenarlas y no me dejó descansar ni un segundo, de inmediato arrancamos al museo, ese al que tanto deseaba llevarme, el primer sitio de nuestra lista.
Volvimos a tomar el metro, esta vez nos montamos en la línea 9 pues esta era la que nos dejaría más cerca del museo.
    Llegamos. -anunció Christ. – Bienvenida al Museo de Arte Moderno.-añadió. — ¡Wow! –pensé al entrar. Estaba sorprendida, el museo estaba rodeado por columnas gigantes y era realmente amplio. — ¿Qué pasa? ¿En que piensas? – me preguntó.
La entrada al museo fue gratuita. Nos dirigimos a cada una de las salas de exposición; hubo una en particular que mis ojos no dejaban de mirar, era un salón grandísimo, las paredes estaban llenas de muchos colores, en el centro de la sala habían como una especie de pastillas, eran azules, rojas y verdes.
El tiempo pasó volando, Christ y yo la estábamos pasando genial, pero había algo que no podía recordar, tenía esa intuición, ese algo que me decía recuerda… Pero aun así no lograba recordar nada, entre sonrisas y abrazos, Christ y yo salimos del museo, fue entonces cuando me percaté de que era tarde y que había olvidado que tenía una cita con Louise.
¿Preocupada? No sabía si ese era el termino perfecto para ese momento, estaba nerviosa, ¿Qué le iba a decir a Christ? Según mi reloj eran las 6:30pm y Louise pasaría por mí a las 7:00pm, no me daría tiempo de llegar a casa para antes que él estuviera allá y yo definitivamente no podía permitir que Christ supiera que me vería con él esta noche, quería evitar cualquier pelea entre nosotros.
    ¡Dios mío! – Intenté llamar la atención de Christ.
    ¿Qué sucede? – dijo. Lo había logrado, ahora debía pensar rápido que le diría, debía encontrarme con Louise fuera como fuera pero no debía volver al departamento por nada del mundo.
    Olvidé que a las 7:00pm tengo que asistir a una conferencia. –mentí. Odiaba tener que mentirle, no quería hacerlo pero lo ameritaba.
    ¿Qué conferencia? –preguntó
    No lo sé, es una que me encargó papá que asistiera antes de irse. – Mentí de nuevo. ¿De dónde sacaba tantas ocurrencias falsas? – pensé.
    Entiendo, ¿Dónde es? ¿Quieres que te acompañe? – ¿Donde era? No conocía Francia, no podía inventar un lugar y mucho menos escoger uno al azar.
    No Christ, oye la pasé genial hoy, me tengo que ir. Nos vemos luego. – me despedí besé su mejilla y caminé con rapidez, quería evitar cualquier intento por interrogarme de su parte.
Escuché como Christ me gritaba que esperara, pero yo seguí adelante, caminé unas 5 cuadras arriba antes de poder sacar mi teléfono para llamar a Louise quedamos que nos veiramos, ya que se me haría tarde si volvia a casa, aparte no era buena idea, después de todo Christ puede verme y no quiero perderlo de nuevo.


Todos los derechos Reservados. (c) 2011 por Autores: Victor Yustiz y Sharlot Vargas.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta cada capítulo y me parece fantástico que hayas escogido Francia para relatar esta historia,es un país muy bonito y con mucho encanto. Espero que sigas publicando más capítulos,un saludo :)

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